martes, 28 de diciembre de 2010

Mercredi le 24 novembre 2010

Todo comenzó con la fotografía de una linda chica con lentes -es necesario, quizá, reconocer mi debilidad hacia la chicas que portan anteojos- y mi adicción al facebook. Más allá de los amigos en común y de la recomendación de "amistad" de dicha red social, la principal motivación fue la mera imagen de una chica linda con gafas. Primero fueron comentarios en las fotos, después en las publicaciones y así siguió todo hasta que comenzaron las "conversaciones" en el horrible chatsito del facebook. Éstas no eran ni profundas ni superficiales,  comenzaron como un simple "Hey, ¡qué onda!" y, para ser completamente sincero, me resultaban sumamente agradables: alegres, ocurrentes, simples e inusuales (pasaron por Liniers, una ponencia que di en el XXXIII ENEH y lo kafkiano). 


Yo no sabía casi nada sobre ella, excepto que teníamos amigos en común (los de Estudios Tropicales), que tenía novio y que -en palabras escritas de ella- yo le agradaba. Recuerdo muy bien un comentario de ella donde puso que no se imaginaba cómo era mi voz y yo le respondí que así era mejor. Es curioso lo que llegas a pensar sobre las personas que "conoces" en las redes sociales debido a lo superficial que éstas pueden ser, o a que sólo mostramos aquello que nos gusta o enorgullece de nosotros mismos, etcétera. El punto es que yo sabía que ella tenía una relación con alguien que parecía sólida y yo mismo me interesaba en una chica de mi escuela; no fue ése el momento en el que me fijé en ella, ése ocurrió tiempo después.


Me atreví a comentarle que sería agradable vernos un día e ir a la Cineteca y ella había respondido que sí pero la invitación y próxima salida quedó en el aire, no quedamos en nada. Los días pasaban y entre tarea y adicción a la internet por parte mía, la posible salida continuaba pendiente hasta que en una "conversación" ella sugirió que nos viéramos y yo gustoso accedí. No me imaginaba qué ocurría puesto que puede ser muy diferente la interacción cibernética a la real, vivencial. Incluso sugirió que me presentara con una rosa roja para que me identificara (sic), lo cual hizo que me riera bastante -lo cual no era extraño en nuestras pláticas-.


El miércoles 24 de noviembre de 2010 tenía dos clases en la escuela y encontrábame libre a eso de la 1 pm, lo cual me brindaba el tiempo exacto para llegar a las 2:30 a la Biblioteca Central, lugar donde nos veríamos las caras -y por qué no, el cuerpo también; el alma no porque no sé qué sea eso ni creo poseerla- Para no variar llegué tarde (bueno, ¿qué son 15 minutos?) y me acerqué un poco temeroso. Ella encontrábase sentada en el suelo, con un libro en sus manos y leía (o eso aparentaba sumamente bien). Estaba sumida en su lectura, y su imagen apacible concordaba con la de una biblioteca. Apartada, recargada en la pared y ensimismada en  la lectura, ésa era una imagen sumamente agradable para mí. Recuerdo que volteó a verme cuando me acerqué y entonces vi ese par de ojos (raro, ¿no?) tras los lentes. Me disculpé por llegar tarde -tiempo después me comentó que hablé con un tono "muy fresa" (jajajaja xD)-, me senté a su lado y comenzamos a hablar, bromear, platicar, romper el hielo inicial, la barrera de lo real comenzaba y no tardamos mucho en dejarla atrás.


Tras la incertidumbre de los primeros momentos, los siguientes fueron dándose -casi- por sí solos, las palabras fluían de ella hacia mí, de mí hacia ella y parecía, alguien que pasara por ahí bien podría haber pensado "estos dos se conocen de hace mucho", que éramos ya amigos, de ésos que pueden hablar de todo y de nada, cuyos palabras y gestos se han acostumbrado ya las unas a los otros. Fueron casi 4 horas de charla agradable y amena, no hubo silencios incómodos y el tiempo voló literalmente, incluso mi tarea, la cual según yo debía hacer pasó a segundo término y no la recordé sino hasta el momento en el que nos despedimos. Pero no me apresuraré ni adelantaré, que antes de eso ocurrieron hechos que alteraron el curso de las cosas, de nosotros y de otros. Por desgracia -para ellos- en este escrito no caben los otros.


Entre palabras que cruzaban el ambiente, entre risas que nos envolvían y entre pensamientos que poblaban mi mente, algo ocurrió: por algún comentario gracioso o alguna tontería comenzamos a reír como locos y poco a poco nos acercamos, tomé la decisión de hacerte cosquillas, lo cual era riesgoso pues no sabía cómo reaccionarías ante ello. Por suerte no te molestó y yo proseguí en la ardua labor de hacerte reír tanto como pudiera, tan buen resultado tuvo que un ataque de risa te poseyó y nos desternillamos hasta más no poder. Mientras esto sucedía, nos juntamos aún más y por instantes estuvimos abrazados y nuestros rostros cada vez más cerca uno del otro. Por mi cabeza, como un pensamiento, y en mi cuerpo como un deseo, surgió la imperiosa necesidad de besarte, de acercarme más a ti, de posar mis labios sobre los tuyos y disfrutarlo. Crear ese momento, el momento, un momento contigo. No tardamos mucho en volver a estar así de juntos y, entonces, ya no lo pensé sino que lo hice, me acerqué y te besé, me besaste, nos besamos. 


Después de besarnos, nos sentamos de nuevo juntos, en el suelo, y nos encontrábamos un poco desconcertados. Nos miramos y sonreímos, y entonces supe que todo iba bien. Platicamos un poco más y posteriormente volvimos a besarnos, y tras eso, más plática, risas, sonrisas. Algunas llamadas a tu celular provocaron que te alejaras un poco para hablar con privacidad y en esos instantes mi mente era un mar de pensamientos y, en alguna parte de mí, sentimientos y emociones encontrábanse en plena marea. Más tarde vimos la hora y nos percatamos de lo tarde que era, para ti dado que vives en el "fin del mundo real " (Izcalli), para mí ya que debía elaborar un capítulo de tesis para el día siguiente -ningún comentario, por favor, acerca de mi mal manejo del tiempo de los horarios de mis tareas, deberes e investigaciones-. Prestos estábamos a despedirnos cuando conocí por vez primera tu sinceridad, la cual hasta la fecha me agrada sobremanera. Me dijiste que ya habías terminado con tu novio y aunque yo, en ese entonces, me interesaba por alguien más, a partir de ahí, comenzaste a ser de mi interés. Empezaste a formar parte de mis pensamientos, de mis ideas, te transformaste en algunos de ellos y hoy, a más de un mes de distancia, sigues siendo ellos y continuas estando en mí. 


No me hubiera imaginado que la chica que conocí gracias al invento de Zuckerberg, la que agregué por lo linda que se veía (y ve) en su foto de perfil, por portar grandes lentes y el pretexto de los amigos en común, se convertiría en una persona sumamente importante para mí <3


Patricia Pamela, te quiero, me encanta conocerte y conocernos, quererte y querernos. Femme qui porte des lunettes grands, has hecho que crea en las casualidades. al menos en la forma en que lo hace Kundera en La insoportable levedad del ser, que conozca y experimente lo bellas que pueden ser si uno así lo quiere. La otra vez te decía que sería agradable reconstruir las causalidades, esas circunstancias que hicieron posibles que nos conociéramos y congeniáramos tan bien, y ten por seguro que lo verás próximamente por aquí. 


Te has ya alojado en mi ser y no queda más que vivir esto que hemos creado y compartir las alegrías y tristezas, los momentos y las ausencias, los sonidos y las palabras, las ideas y los seres. Es ésta una aventura, un camino -como lo mencionaste la otra vez- que hemos decidido recorrer juntos. Lo demás, irá dándose y lo generaremos nosotros. Je t'aime Patmela <3

 

2 comentarios:

  1. Wey, perdón... lo leí todo y quiero decirte que eres un cursi
    esto es como un diario de quinceañera
    jajaja
    pero de igual modo me alegra mucho que estes feliz y que las cosas se den así.
    ella es bonita :)
    cuídate babas! cuídala!
    te quiero

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  2. Merci pour moi rendre la foi dans l'amour, une embrassade aimée amie et le bonheur!

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